sábado, 25 de enero de 2014

Crónica de un viaje a la Habana, Cuba (4ta parte y final)

Por Abel Álvarez conductor Multimedios-Milenio Televisión.

Amanecía en La Habana, mi cuerpo quería seguir durmiendo, pero mi mente estaba intranquila, después de una noche tan larga y tantos amigos en Cuba, había que ser buen anfitrión. Entre el sueño y las sábanas que no se despegaban de mi cuerpo invitándome a quedar en cama un par de horas más. Miro el reloj y me doy cuenta que ya eran pasadas las 10 de la mañana, me levanto como un resorte, había perdido media mañana. Cada amigo tenía los días contados en La Habana , se acercaba la Navidad y año nuevo, cada quién teníamos planes, por lo que recordé una vieja frase de mi madre “el tiempo es oro” me alisté y me dispuse a salir.

Debía llegar al Hotel Nacional de Cuba, sede del Festival de Cine, tenía que agarrar dos autos de alquiler. Desde Santa Fe, en el municipio Playa, de La Habana, donde estaba, tomé el primero. Tenía que recorrer buena parte de la capital. Mientras eso sucedía observaba los cambios en algunas estructuras y arreglos en otras, las calles que pavimentaban en horario matutino, justo cuando el trafico estaba más intenso, un trabajo que antiguamente se hacía de madrugada, pero al parecer la ciudad no quería estar a la saga en esta modalidad de trabajo, pues en México sucede igual. Por fin llego a mi destino, la zona del Vedado.

Me bajo del taxi en la calle 23 esquina O, desde ahí solo tengo que caminar una cuadra pequeña hasta el Hotel Nacional, si, porque los taxis de ruta en Cuba no te dejan donde quieres, para eso tendría que tomar otro mucho más caro, que con lo que te cobran podrías tomar 20 almendrones (autos antiguos taxi). Aunque, en un carro clásico se vive la experiencia-Cuba. Me voy acercando, entro al hotel, y me reencuentro con los amigos de México para andar La Habana. De ahí fuimos a recoger a los de España en la casa de Graciela una maravillosa señora, cantante de música lírica, y que también se dedica a rentar cuartos para turistas en su antigua vivienda, una oferta común en estos tiempos allí, de buena calidad, céntrica y mucho más económica que un hotel tradicional.

Nos ponemos de acuerdo y comenzamos a recorrer la vieja Habana. Entre edificios antiguos, algunos restaurados, y mucha gente en la zona, comenzamos a mostrarles a los campechanos la añeja ciudad, pues para los madrileños no era su primera vez, -yo creo que hasta han perdido la cuenta de las veces que han visitado Cuba-. Calle Obispo, Mercaderes, El Floridita donde Hemingway bebía el famoso trago Daiquirí, la Catedral, la Plaza Vieja, la estatua dedicada al Caballero de Paris, personaje emblemático, quedaron registradas en sus cámaras fotográficas. Así, se nos fueron las horas hasta que decidimos volver a mi pueblo a reencontrarnos con mi familia.

Éramos siete personas para volver, nuestros amigos de España viajarían al otro día a Europa, no podían ir con nosotros. Nos despedimos en la Plaza Vieja, justo en la Cervecería La Muralla, una mini fábrica donde puedes degustar, en un ambiente cálido, una refrescante cerveza confeccionada en el lugar. Recuerdo que en esa plaza celebramos los 10 años de mi programa de Radio Taino “De Mañana” cuando vivía en Cuba; la celebración terminó con un concierto de Polito Ibáñez, un cantautor cubano. Fue la primera vez que la Oficina del Historiador autorizaba que se hiciera un evento masivo en una zona Patrimonio Cultural de la Humanidad, fue una gran fiesta.

El grupo se separa y nosotros comenzamos a caminar buscando salir de la zona antigua para llegarnos hasta la terminal ferroviaria, allí, enfrente, saldría el taxi almendrón que nos llevaría a casa. Llegamos después de caminar cerca de 20 cuadras, ya había dos personas esperando a que el auto colectivo se llenara, el carro tenía cupo para siete personas, por lo tanto dos de nosotros quedaríamos fuera, eran mas de las 7 de la noche, y quizás ese sería el último que saldría para Nueva Paz; había que hacer "la fuerza" de montarnos todos, sin embargo, no fue necesario, el chofer, bien generoso, levanta la vista, estaba revisando el motor del auto, y prácticamente lee nuestras mentes, y nos dice: “Si se acomodan todos, nos vamos” Y así continuamos en la surreal aventura de este viaje a La Habana.